La historia de Efraín, el hijo de José como jamás la escuchaste
Efraín, el hijo de José, emerge en las Escrituras como una figura envuelta en las bendiciones del destino y el misterio del favor divino. Su vida, aunque no tan detallada como la de su padre, José, y su abuelo, Jacob, está marcada por un giro inesperado que reveló la sorprendente voluntad de Dios, desafiando las normas y expectativas humanas.
José, quien había sido elevado al poder en Egipto, se casó con Asenat, la hija de un sacerdote egipcio, y juntos tuvieron dos hijos: Manasés, el mayor, y Efraín, el menor. En un tiempo de abundancia y reconciliación, estos niños nacieron en la tierra que había sido de dolor y exilio para su padre. José, quien había soportado la traición y la esclavitud, vio en ellos la restauración de su linaje y el cumplimiento de las promesas divinas.
Cuando Jacob, anciano y cercano a su muerte, supo que su hijo José venía a visitarlo con sus dos nietos, el corazón del patriarca se llenó de alegría. Este era un momento crucial, un encuentro donde el destino de estos niños sería sellado con la bendición del abuelo que había luchado con Dios y los hombres. Jacob, débil en cuerpo pero fuerte en espíritu, decidió que adoptaría a los hijos de José como propios, asegurando que compartirían la herencia prometida a sus descendientes.
Al llegar el momento de la bendición, José presentó a sus hijos ante su padre. Colocó a Manasés, el primogénito, a la derecha de Jacob, y a Efraín, el menor, a su izquierda, siguiendo la costumbre que otorgaba la mayor bendición al hijo mayor. Pero entonces, ocurrió algo inesperado: Jacob, guiado por una intuición divina, cruzó sus manos, colocando su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, y su mano izquierda sobre la de Manasés. José, sorprendido y consternado, intentó corregir a su padre, recordándole que Manasés era el primogénito. Pero Jacob, con la sabiduría adquirida a través de una vida de lucha y revelaciones, respondió: "Lo sé, hijo mío, lo sé. Manasés también será un pueblo, y también será grande. Pero su hermano menor será más grande que él, y su descendencia llegará a ser una multitud de naciones".
Con estas palabras, Jacob selló el destino de Efraín, otorgándole una bendición que lo colocaba por encima de su hermano mayor. Efraín, cuyo nombre significa "fructífero", sería el progenitor de una tribu que llegaría a ser poderosa y numerosa, una fuerza dentro del pueblo de Israel.
La historia de Efraín nos enseña sobre la soberanía de Dios en la distribución de bendiciones, sobre cómo los caminos divinos a menudo desafían nuestras expectativas humanas. En un mundo donde la primogenitura dictaba el curso del destino, Dios eligió al menor, recordándonos que su favor no depende de las tradiciones o normas humanas, sino de su propósito eterno.
La elección de Efraín sobre Manasés es un recordatorio de que el favor de Dios no siempre sigue las líneas rectas que los hombres trazan. Es una lección en humildad y en la aceptación de que la voluntad divina puede elevar a quien menos esperamos. La vida de Efraín, aunque contada en pocas líneas, resuena con la verdad de que Dios ve más allá de las apariencias y ordena los pasos de los suyos de acuerdo con su plan perfecto.
Efraín, el hijo menor que fue bendecido como mayor, nos invita a confiar en los designios de Dios, aun cuando estos desafíen nuestras expectativas y normas. Nos muestra que, en el reino de Dios, la grandeza no siempre se encuentra donde la esperamos, sino donde Dios decide que florezca.
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