El complot para matar a jesus - Mateo 26

 En la quietud del crepúsculo, cuando la sombra de la traición se cernía sobre la tierra, se urdió un complot oscuro contra el Hijo del Hombre. Mateo, en su vigésimo sexto capítulo, nos lleva a esos días sombríos donde la trama mortal comenzó a tejerse.

En el Palacio del Sumo Sacerdote, los líderes religiosos, cegados por la envidia y el temor, se reunieron en secreto. Sus rostros estaban marcados por la ira, y sus corazones, endurecidos por la codicia. "Este hombre, Jesús de Nazaret, debe morir", susurraron en las penumbras. "Pero no durante la fiesta, no sea que el pueblo se rebele". Así, con palabras envueltas en veneno, sellaron su conspiración, buscando un momento propicio para su traición.

Mientras tanto, en un rincón de la ciudad, una mujer se acercó a Jesús con un frasco de alabastro lleno de perfume, costoso como la vida misma. Sin decir palabra, derramó el ungüento sobre su cabeza, un acto de amor y devoción profunda. Los discípulos, sorprendidos, murmuraron: "¿Por qué este desperdicio? Podría haberse vendido por mucho dinero y dado a los pobres". Pero Jesús, con su mirada llena de sabiduría, les dijo: "Déjenla. Ha hecho una buena obra conmigo. Al ungirme, ha preparado mi cuerpo para la sepultura. En verdad os digo, dondequiera que se predique este evangelio, se contará también lo que ella ha hecho, para memoria suya".

Y en ese instante, mientras el aroma del perfume llenaba el aire, Judas Iscariote, uno de los doce, dejó que la sombra de la traición anidara en su corazón. Se levantó y, con paso furtivo, fue a los líderes religiosos. "¿Qué me daréis si os entrego a Jesús?", preguntó con frialdad. Y ellos, complacidos, le ofrecieron treinta piezas de plata, el precio de un esclavo. Desde ese momento, Judas buscó la oportunidad de entregar al Maestro.

La trama se espesaba como la noche que caía. Jesús, sabiendo lo que se avecinaba, reunió a sus discípulos para la Pascua. En el cenáculo, mientras compartían el pan y el vino, les dijo con voz temblorosa: "Uno de vosotros me entregará". Un susurro de asombro recorrió la sala. "¿Soy yo, Señor?", preguntaban, uno tras otro. Y cuando Judas preguntó, Jesús, con dolor en su mirada, respondió: "Tú lo has dicho".

El drama alcanzaba su clímax en la traición sellada por un beso en el huerto de Getsemaní, donde Jesús, en oración agónica, aceptaba el cáliz amargo que debía beber. "No se haga mi voluntad, sino la tuya", dijo al Padre, mientras las sombras de la noche se llenaban de pasos y espadas.

Así, en aquel capítulo sombrío, se tejió el complot que llevaría al Hijo de Dios a la cruz. La traición, el amor y el sacrificio se entrelazaron en una danza trágica que cambiaría el curso de la humanidad. La lección, dolorosa y profunda, nos recuerda la oscuridad que puede habitar en el corazón humano y la luz redentora del sacrificio de Cristo.

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